domingo, 17 de febrero de 2013

Misión en Valencia: Porta Fidei

Misión en Valencia: Porta Fidei


Más de 400 sacerdotes de la archidiócesis de Valencia participarán durante esta Cuaresma en la acción evangelizadora "Misión en Valencia, Porta Fidei" impulsada por el arzobispo de Valencia, monseñor Carlos Osoro,  en la que predicarán fuera de sus parroquias.

El objetivo de esta nueva ‘acción misionera’ es anunciar a Jesucristo a todas las personas que se encuentran alejadas de la Iglesia y para “vivir el Año de la Fe como año de conversión”.

En nuestra parroquia esta acción misionera la llevará a cabo el Padre José Manuel Prats, sacerdote salesiano, los siguientes dias de febrero Lunes 18, Martes 19, Miércoles 20 y Jueves 21. a las 20:00 horas en nuestra Capilla.


domingo, 10 de febrero de 2013

CREER, NO CREER

CREER, NO CREER

El debate, la alternativa continua. 
He aquí tres citas para un diálogo pacífico:


Foto Original de Leland Francisco via Flickr

"Por tu felicidad daría la mía,
aunque nunca tuvieras que saberlo,
con tal de oír alguna vez en la distancia
la risa de la dicha nacida de mi sacrificio."
(Cyrano)





Si en la hora de mi muerte viese claramente que me espera la nada y que todas las creencias son pura ilusión, no lamentaría haberme engañado en mi vida y haber creído en la verdad del cristianismo, ya que el error sería del amor infinito al no existir, y no mío por haber creído en él”.
(Oración anónima)

Foto original de Jimmie via Flickr




Abate Vianney lo decía así:

Si a la hora de mi muerte me doy cuenta de que Dios no existe, quedaré defraudado, pero nunca lamentaré haber pasado mi vida creyendo en el amor”.

jueves, 7 de febrero de 2013

Teoría Ética y Moral Cristiana. Blas Silvestre

TEORIA ETICA Y MORAL CRISTIANA

El Pensador de Auguste Rodin. París

Abordamos en esta reflexión la inseparabilidad entre la ética civil y la moral cristiana para la construcción del sujeto moral bien estructurado y sin grietas que van deteriorando la vida social y la religiosa. La verdad es indivisible.

El tejido de una teoría ética como antecedente de una moral cristiana.

El establecimiento de normas y valores es la tarea de una moral fundamental. Para ello debe responder a estas dos preguntas:

a) ¿por qué estamos obligados?; 

b) ¿a qué estamos obligados?

  • a) El problema del fundamento último de la obligación moral. La imprescindible libertad. Por qué estamos obligados.

Preguntarnos por el fundamento de la obligación moral es preguntarnos por el fundamento y límites de la autonomía humana. El principal quehacer ético del hombre estriba en la autodeterminación moral. El hombre no es libre cuando actúa por el capricho o el buen o mal humor. Tampoco es libre cuando las normas se le imponen desde fuera. Debe fijarse él mismo las normas, pero no desde el capricho sino desde su libertad. Su libertad constituye para él una tarea. Pero para ello es preciso que la libertad esté en manos del hombre y que el hombre esté en sus propias manos. En una ética teológica, la fe en Dios no dispensa al hombre del deber de realizar la propia libertad en este mundo, sino que fundamenta ese hecho de que la criatura racional está en sus propias manos.

  • b) Fundamentación y validez de los juicios morales. A qué estamos obligados.

Planteamos aquí el problema de la ética material: ¿cómo podemos saber qué debemos hacer? Para ello es necesario clarificar la percepción de los bienes y valores que el hombre necesita para respetar al hombre y a continuación formular juicios prácticos concretos.

Percepción de bienes y valores.
 
Los bienes y valores son aquellos datos o realidades importantes para la conducta humana pero de los que no se deducen necesariamente una norma de comportamiento concreta. Los bienes (la dignidad humana, la comunidad, la sociedad, la sexualidad, la integridad física, la propiedad…) tienen un carácter preético. Los valores (la fidelidad, la justicia, la honestidad, la igualdad, la libertad, la solidaridad…) son las actitudes necesarias e irrenunciables para el comportamiento humano.

  •  Fundamentación de los juicios morales concretos.
La percepción de los bienes y valores previos a nuestra acción constituye la base decisiva de los juicios morales y de las normas derivadas de ellos. El juicio axiológico de que un determinado bien –la vida- debe ser protegido, puede convertirse fácilmente en juicio práctico, es decir, en un juicio moral. La obligación de respetar los bienes no tiene su fundamento en ellos sino en la responsabilidad del hombre considerada globalmente. Como sujeto moral, el hombre está sometido a la exigencia trascendental de ajustarse a la realidad.

Sin saber qué realidades determinantes (bienes) y qué actitudes axiológicas irrenunciables (valores) debemos respetar, es imposible juzgar si un acto humano es moralmente correcto. Se trata de las acciones concretas, del comportamiento práctico con los bienes y valores. El sujeto constata que esos bienes deben ser objeto de nuestra responsabilidad moral. Pero al hablar aquí de la fundamentación de los juicios morales normativos, tenemos presentes las acciones concretas, el comportamiento práctico con los bienes y valores. Queremos saber en concreto cómo hay que respetar la dignidad humana o qué significa matar injustamente. ¿Es lícito que la policía use armas? ¿Puede justificarse la pena de muerte desde el punto de vista moral? ¿Qué decir del fraude fiscal, de la construcción de centrales nucleares, de las relaciones prematrimoniales o de la mentira en caso de necesidad?

Para poder contestar a estas preguntas es necesario examinar qué bienes y valores están en juego y cómo deben sopesarse en caso de conflicto. La respuesta a tales preguntas sólo es posible mediante la síntesis de las valoraciones. Lo que nos interesa es la fundamentación y validez objetiva de los juicios éticos normativos. La fundamentación y validez objetiva de las normas concretas depende de la siguiente afirmación: la acción humana tiene como objeto un bien interno que la cualifica decisivamente. El farmacéutico elabora fármacos para la salud, no para enriquecerse; el maestro enseña, no manipula al alumno, el político sirve a la sociedad, no se sirve de ella; el periodista busca la verdad, no la audiencia; el religioso enseña el bien, no sus ideas; el empresario y su trabajador aportan servicios a la sociedad; el policía vela por la seguridad; el juez imparte justicia objetiva; el ciudadano paga sus impuestos…

MORAL CRISTIANA
 
Desde esta ciudadanía moral, el creyente cristiano asume la especificidad de la moral cristiana centrada en Cristo como el Bien y Valor Absoluto.

Cristo centro de la vida moral cristiana
 
La vida moral cristiana se realiza como seguimiento de Cristo. El contenido de la vida moral cristiana, pues, se concentra en la conformación con Cristo. Con esta profundidad hay que entender el seguimiento de Jesús: un proceso de transformación interior realizado por la Gracia, que conduce a una forma de vida propia del discípulo o seguidor de Cristo.
 
Una lectura del NT en clave de “seguimiento de Jesús” nos descubre que el verbo seguir en distintos tiempos aparece 91 veces. Aquí sólo señalamos una por evangelista: Mt 4,19; Mc 8,34; Lc 12,26; Jn 21,19.22.

El “seguimiento” de Jesús expresa uno de los rasgos básicos de la existencia cristiana: su necesaria referencia a Jesús de Nazaret a quien se confiesa como Cristo. En efecto, la moral cristiana no puede quedar fuera de la influencia que ejerce el seguimiento de Jesús para el conjunto de la vida del cristiano.

La vida moral cristiana como seguimiento

El seguimiento de Jesús expresa el significado total de la existencia cristiana. El seguidor de Jesús es un “llamado” a colaborar en la misión profética itinerante de Jesús compartiendo al mismo tiempo la forma de vida de este profeta escatológico. La dimensión moral del seguimiento no es algo añadido al significado global del seguimiento. La vida moral pone de relieve un aspecto –el del compromiso intramundano a fin de transformar la realidad histórica-, pero lo hace dentro de la unidad en la que convergen y de la que brotan las restantes dimensiones: la del sentido teológico, la de la vivencia espiritual, la del servicio personal.

Las principales orientaciones para plantear y vivir la moral cristiana
 
El Reino: categoría esencial y básica.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que, efectivamente, Jesús anunció el reinado de Dios; actuó el reinado de Dios; pero nunca explicó exactamente de qué iba.
Puede hablar de algo presente, pero también está hablando de algo futuro que aún ha de venir. Puede hablar de algo que tiene que ver con la ética y sus exigencias morales, pero también tiene algo que ver con la gracia, con la misericordia de Dios. Jesús quiere reconducirles hacia cómo Dios se les está revelando; o sea, qué es lo que Dios quiere ser para los hombres, aunque choque con algunos esquemas humanos preconcebidos.
El anuncio más importante de todos lo tenemos en Marcos, el primero de los evangelios:
“Cuando arrestaron a Juan el Bautista, se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios y decía: ‘Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios está llegando, se acerca, llega ya’” (Mc 1,14-15a).
Con ese anuncio engancha a sus contemporáneos: va a pasar algo; Dios se va a hacer notar. Pero no puede decir: miradlo aquí. No se puede objetivar la acción de Dios. Está anunciando un acontecimiento; algo que va a pasar, que está pasando. Por tanto, ¿es presente o es futuro? Tendrá algo de presente que va a pasar entre nosotros; pero tampoco va a ser algo acabado y cerrado que se pueda ya señalar. Hay como un margen de futuro y de espera.

Centrémonos en el momento en que “Jesús retorna a Galilea a proclamar el “Evangelio de Dios”, respecto del cual decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios está llegando, se acerca ya” (Mc 1,15a). Es una expresión muy precisa decir como hace Marcos: “a proclamar el Evangelio de Dios”.

Esa buena noticia, esa feliz noticia, significa una intervención de alguien que puede intervenir. Pero, ahora, no es el edicto del emperador el que nos llega, sino que nos llega un “nuevo” evangelio, una nueva ordenación de las cosas en función del bien humano, la intervención de Dios.

Se nos dice que “se ha cumplido el tiempo” (Mc 1,15). Literalmente se podría decir: el tiempo ha sido llenado, está lleno, con creces. Otros hablarán de “plenitud de los tiempos” (cf. Gal 4,4), o sea, de cuando los tiempos están llenos, cumplidos. ¿A qué se está refiriendo? ¿Qué había que cumplir o llenar? Se trata de algo más que un simple lapso de tiempo. Cierta idea de esto la podemos sacar del recuerdo del pueblo de Dios en el exilio, pues cuando se le quiere anunciar que se acaba el exilio se nos dice: “Ya ha cumplido su milicia, ya ha satisfecho por su culpa” (Is 40,2); y, entonces, vino la liberación, la vuelta del exilio. Se ha cumplido el tiempo de la esclavitud y el anhelo de liberación. Es el tiempo en que Dios debía intervenir, porque es el tiempo en el que se colma la esperanza, que los humanos llevaban tiempo anhelando.

Es como si para Dios se hubiera cumplido un plazo, un tiempo de espera, durante el cual se agudizan tanto el alejamiento y dispersión de los hombres –“andaban como ovejas sin pastor”– como la esperanza fiel de un resto –“el resto de Israel”–; y comienza un tiempo de gracia. Ese tiempo, por tanto, que se ha cumplido, inaugura esta intervención: “El Reino de Dios está llegando; se acerca; llega ya”.

El Reino de Dios más que “noticia” será “acción”: viene Dios, el que puede salvar. No es el emperador el que puede arreglar las cosas de los hombres. Ahora es Dios, el que puede salvar. Entra en acción el verdadero Señor del mundo.

Nos va a pedir un cambio en los hombres. Las dos palabras que siguen son “conversión” y “creer en el Evangelio” (Mc 1,15). Conversión significa desandar el camino que llevamos y dirigir nuestros pasos hacia Dios, precisamente allí donde ahora nos emplaza con su palabra profética en boca de Jesús, y creer en esa noticia de un Dios que interviene.

La persona de Jesús.

Al comenzar a hablar de que Dios interviene en Jesús, hemos necesitado tiempo para deshacer un espejismo: el Reino de Dios no puede reducirse a los valores morales. Si sólo es eso lo que aporta Jesús, su herencia sería la historia de un fracaso, de una frustración. Si sólo es eso, los que representamos a Jesús no hemos podido con su ética, ni con su universalismo, ni con su amor a los enemigos, ni con su amor a los demás como Él nos ha amado.
Se nos invita, pues, a plantearnos el tema del anuncio del reinado de Dios de otro modo. Cierto que los hombres barruntamos lo que pueda ser justicia o paz. Pero, quizás, lo entenderemos mejor si Dios es el que llena de contenido estas palabras.

No dudamos que la paz, justicia, fraternidad, libertad, amor… sean valores del Reino. Lo son. Pero cuando Dios se hace presente en su Hijo Jesús y en sus testigos, Dios llena esos valores de contenido y concreción, de forma que cobran vida y se hacen humanamente vivibles en Jesús, y en sus discípulos en virtud del Espíritu de Jesús. Por ejemplo, somos conscientes de que la paz puede ser paz impuesta, la estricta justicia puede ser injusta, la fraternidad puede ser mera obediencia a las reglas o a una Regla…

Si entendemos que la paz o la justicia no es un concepto, sino que es algo que Dios llena, entonces entenderemos también cómo cristianos, que han captado y creen en el reinar de Dios desde Jesús, se hacen fraternos, cercanos, prójimos de los otros, como Jesús. Y esto significa una fuente de vida y de humanización que va más allá de los mínimos legales o jurídicos. Esto es más que un ideal racional o una ideología humanitaria o un código moral. Se trata de una vida nueva que no se impone sino que se acoge.

Se trata de un reinado de Dios que contemplamos y creemos en las palabras, obras y destino de Jesús, y que lo imploramos para nosotros en la oración: “Venga a nosotros tu reino”.
Si queremos profundizar, estudiar, qué significa el reinado de Dios, su mejor explanación son las parábolas de Jesús. Él explicó de qué iba el Reino de Dios no con un doctrina, no con una teoría sino contando parábolas.

Esta convergencia del Reino y la persona de Jesús originan en la vida moral del cristiano unos rasgos que la especifican:
  • Moral de la “radicalidad”: exigida por la “crisis” de la irrupción del Reino y por la “comunión” con la vida del profeta escatológico de ese Reino.
  • Moral de la “perfección” orientada hacia el Bien absoluto, pero siempre en camino y en búsqueda.
  • Moral que relativiza las “normas” externas: la norma es una persona que es interiorizada por el creyente y se convierte en “ley interior.

Seguimiento y perfección cristiana

Hablar de seguimiento de Jesús en la moral es hablar de perfección: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). Una perfección medida por la referencia a la Trinidad y la concentración en Cristo. Si acudimos al diálogo de Jesús con el joven rico (Mt 19, 16-26) descubriremos que el rasgo fundamental de la moral cristiana es la perfección. La moral es el camino de la perfección. El contenido de esa perfección no es una mera autorrealización narcisista; es ir consiguiendo la forma de ser y actuar de Dios (Mt 5,48; Lc 6,36): ser perfecto, ser misericordioso como Dios lo es. La vida moral tiene una relación estrecha con la búsqueda de Dios Padre y se desarrolla en una moral del Espíritu. En medio, y como “mediador”, de esa vida moral se sitúa la referencia normativa a Cristo. El desarrollo trinitario de la moral de la perfección cristiana tiene su eje unificador en Cristo.

Seguimiento e imitación
 
La reflexión teológica ha entrado en diversos momentos en el debate de la diferencia o convergencia entre seguimiento e imitación. El momento actual decanta las siguientes reflexiones. 

La imitación y el seguimiento no se identifican ni se reducen mutuamente. Son dos perspectivas con sus propias peculiaridades. El seguimiento caracteriza el comportamiento de quien acompaña a alguien reconociéndolo como jefe, poniéndose a su servicio, aceptando su programa de vida, siguiendo sus prescripciones. La imitación, en cambio, es un uniformarse, consciente o inconscientemente, con una persona a la que se admira como modelo. De ahí que tengan un diferente alcance ético.

En cuanto convergen se trata de dos universos humanos culturales, filosóficos espirituales y éticos que tienen un mismo objetivo: enfatizar la vinculación con Cristo y el compromiso con su causa. En la convergencia estaríamos en el núcleo de la ética cristiana.

Blas Silvestre, Valencia, 2013.

BIBLIOGRAFIA

Franz Böckle, Moral fundamental, Cristiandad, Madrid, 1980
Juan Pablo II, Carta Encíclica “Veritatis splendor”, 1993
Marciano Vidal, Nueva moral fundamental. El lugar teológico de la Ética, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2000
José Vidal Taléns, Jesucristo la alegría indestructible del Padre. Mirar a Jesús, llegar a “ver” en Él al Hijo de Dios y seguirle, Facultad de Teología, Valencia, 2010

miércoles, 6 de febrero de 2013

Cena del Hambre 2013


 Cena del Hambre 2013

Con motivo de la Campaña de Manos Unidas de este año, cuyo lema es “No hay justicia sin igualdad”, celebraremos el próximo viernes 8 de febrero a las 21 horas la tradicional cena del hambre, en la que apoyaremos con nuestro donativo un proyecto concreto, la creación de un centro educativo para niños de la calle en Costa de Marfil. 

Compartiremos en los salones parroquiales pan, aceite y un poco de fruta y se nos presentará la campaña y el proyecto en el que colaboraremos como comunidad parroquial. 

El donativo para la cena del hambre es de 6 euros.

¡Os esperamos!