domingo, 26 de febrero de 2012

Para la Reflexión

Cuaresma, camino de liberación

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.
Quijote, II, 58.
 
Este intuitivo texto de Cervantes, en su capital obra Don Quijote de la Mancha, revela la cara y la cruz de la situación humana: desde unos orígenes de libertad plena a unas experiencias existenciales de libertad cautiva.  Es la reflexión que para esta Cuaresma de 2012 os proponemos.

La libertad puede quedar cautiva. La libertad es una libertad amenazada. Tan amenazada que es difícil encontrar un momento de la historia del hombre, salvo el momento de los orígenes, en el que el sujeto humano sea dueño pleno de su libertad.
En la historia humana la experiencia nos demuestra hasta dónde puede llegar la cautividad de la libertad: al ojo por ojo y diente por diente, a las razones de Estado, al nacionalismo extremo, al racismo, al nazismo, a la sed de venganza, al ansia de conquista, a la falta de misericordia, a la incapacidad de perdón. ¿Cómo liberar la libertad humana? ¿Cómo recuperar el más precioso de los dones que los cielos dieron a los hombres? ¿Cómo no caer en la esclavitud?
 
La propuesta cristiana.

Lo que está en juego en la historia de la humanidad es la plenitud de lo humano. La condición humana no sometida.  La afirmación cristiana es contundente: Cristo no es sólo perfecto hombre, sino que es el Hombre perfecto, la plenitud de la humanidad realizada según el designio de Dios. Esta es la afirmación que provoca esperanza para unos, rechazo para otros. Intentemos desarrollar esta propuesta.

Si Jesús de Nazaret fuera un hombre ya merecería atención; pero ¿y si fuera el mismo Dios en persona que en la persona de su Hijo Jesús decía: “todo lo que hicisteis a uno a uno de estos…a mi me lo hicisteis” (Mt 25)? No conservarían estas palabras la fuerza revolucionaria que tienen, en todo tiempo y en toda cultura, si fueran simplemente las palabras de un hombre. La meditación cristiana intenta hacer teología 1) en diálogo con la modernidad ilustrada, y 2) desde la historia de sufrimiento de la humanidad.
Estas dos perspectivas en la bien intencionada Ilustración moderna del XVIII y XIX, pretenden ir al unísono. Pero el discurrir de la historia no parece que vayan tan al unísono la razón moderna y la liberación del sufrimiento. Ambas, la razón y la liberación, permanecerán en tensión dialéctica irresoluble. Los acontecimientos últimos en nuestro país nos crean muchas dudas. En efecto, con la racionalidad moderna se busca la emancipación, la libertad para todos; pero, desencadenado este proceso, no se sabe dónde ni cómo acabar, y se reclama de nuevo la racionalidad, sin haber podido acceder a una síntesis aceptada por todos. Es decir, ¿cómo es posible que buscando la emancipación de la humanidad por medio de las “luces” del conocimiento y la acción humana, acabemos en nuevas esclavitudes  o incluso en más de una barbarie? Hay que entrar en diálogo crítico, desde otras instancias de pensamiento de luz, para responder a los problemas heredados del mundo moderno.

La teología sigue pensando que la Encarnación del Hijo de Dios es la máxima expresión de la verdadera redención de lo humano en cada ser humano y ello además en “carne viva”, que es como se desea, se ama, se sufre y se muere humanamente. Y esa redención de lo humano, dada la condición humana concreta que hemos asumido en nuestra historia de la libertad, no nos la podemos dar nosotros mismos. Hemos conquistado grandes cotas de emancipación desde el Humanismo y la Ilustración. Pero nos hemos visto enzarzados en nuevas esclavitudes y dominaciones. Por ello, la fe cristiana afirma: sólo un verdadero Dios puede ser capaz de salvar humanamente lo humano.
Hay que poner el énfasis en el adverbio “humanamente”. Nosotros, humanamente, no parece que podamos escapar a la tendencia de endiosarnos, a traspasar el límite, cuando decidimos arreglarlo todo, recrearlo todo, mediarlo todo. Sólo un verdadero Dios ha podido, por la Encarnación de su Hijo, Jesús de Nazaret, nacido de mujer, siendo Él quien era, elevar lo humano a la plenitud de su vocación, ese estar destinados a superarnos a nosotros mismos y nuestros límites. Pero esa elevación la cumple Dios en Jesús, precisamente desde su propia “carne”, es decir, desde su condición humana limitada y desde la angustia por su existencia amenazada por la muerte en sus mil máscaras. Bajo el imperio de poderes anónimos no controlados, el ser humano ha sufrido y ha sucumbido a la tentación “de demonizar” al que daba la cara por aquellos poderes, o de convertirse él mismo en demonio que exige su imperio.. No ha habido forma humana de escapar a esta fatalidad evocadora de lo demoníaco o lo infrahumano en el hombre: “la serpiente me sedujo”, los políticos están corruptos, el mercado manda… o “¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?”, yo no soy responsable del hambre en el Tercer Mundo… Por eso la condición humana repetidamente roza lo trágico. No ha estado en manos del ser humano su propia redención. Entonces, ¿hay o no hay modo de recobrarnos humanamente de la pérdida de esta fe ilustrada en la “autorredención”?. Es el trabajo de la meditación teológica, humana, creyente y cristiana, sobre la Encarnación del Hijo de Dios en Jesús de Nazaret , el Cristo, precisamente para estos tiempos que corren. Hoy nos hallamos con un ser humano herido en su fe en su emancipación y progreso, herido en su fe en sí mismo y lo que puede dar de sí; herido en su fe en que se hará justicia, y en que todos, justos e injustos, la reconocerán, la acatarán y cargarán con las consecuencias. Sin una propuesta de la Encarnación del Hijo de Dios para redención de lo humano no sabemos cómo puedan cicatrizar dichas heridas desde dentro, o sea, humanamente.
 
¿Qué presuponemos cuando hablamos de una auténtica Encarnación? Presuponemos una creación del mundo desde la nada por parte de Dios. En una diferencia y una relación entre Creador y criatura. La Encarnación presupone un Dios amor, comunión trinitaria, capaz de unir lo diferente y aun colmarlo de su plenitud, porque El es en sí unidad y diferencia. Es señal de una mayor misericordia el hecho de que Dios nos concediera el perdón y nos manifestara todo su amor, no desde su omnipotencia absoluta, sino a través de la humanidad de Jesucristo, su Hijo; porque así estuvo restaurando el “ordo iustitiae”, un orden creacional que la humanidad había roto y, a lo largo de su historia, no había podido restituir por sí misma. Dios ha querido redimirnos contando con nosotros, desde la humana criatura. Este es el signo de plenitud de sentido que se nos ha dado a los humanos en medio de una historia aún abierta a la libertad del hombre, pero en la que la libertad creadora y recreadora del Espíritu de Dios no deja de trabajar las posibilidades creaturales e históricas de cada tiempo humano.

Jesucristo es, pues, Palabra definitiva e irrevocable de Dios, pero en diálogo aún abierto con los hombres y mujeres concretos de cada tiempo y cultura. De este Jesús decimos que es el hombre nuevo, renovado, el hombre perfecto con ausencia de pecado (Heb 4,15). Esta ausencia de pecado no le hace insolidario con los hombres sino todo lo contrario. Es esa ausencia de pecado la que puede fundar verdadera solidaridad humana. Si le falta el pecado a Jesús nada verdaderamente humano le falta. El pecado es la razón de que no hayamos podido vencer la insolidaridad humana. A los otros humanos es a quienes nos sobra el pecado que nos deshumaniza. En Jesús, Dios conoce humanamente a los pobres que confían en Dios, conoce a los “zaqueos”, conoce a las mujeres usadas y repudiadas, conoce a los niños menospreciados o explotados, conoce a los amigos que traicionan por miedo o por afán de poder, conoce el amor de los y las que le toman inmenso cariño, conoce los “caifás” y “pilatos” de todos los tiempos. Necesitamos del lenguaje de la fe que habla de la Encarnación del Hijo de Dios. Esta es la única forma de que podamos hablar ya, con fundamento, de verdadera salvación de lo humano y de esperanza futura, aun resistiendo en medio de la historia humana. No pensamos la salvación sólo para después de la historia humana, o dando la historia por perdida, o por mero engaño. Concebimos una salvación ya disponible en esta historia y abierta a su plenitud en la trascendencia divina. 
 
Las comunidades cristianas primitivas comprendieron la cruz o la carne de Jesús (Jn 1,14; 1Jn 4,2; 1Cor 1,18) como el lugar desde el que se nos concedió el perdón y la posibilidad de una vida nueva; el lugar de la cruz y el de las víctimas inocentes, el de los últimos, con los que Dios, en la persona de su Hijo Jesús, se ha identificado. Este es el lugar a donde los miembros de todas las religiones hemos sido emplazados. Al pie de la cruz y de los crucificados, hemos sido emplazados, místicos de todas las religiones y relativistas o nihilistas de la modernidad occidental.

La lucha por la libertad

La vida del hombre sobre la tierra es una batalla entre el bien y el mal. No sólo eso.  Además, el ser humano experimenta una división en lo más profundo de su ser. San Pablo en Rom 7, 18-19 describe esta situación: querer el bien lo tengo a mi alcance, más no el realizarlo; no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. La misma expresión "esto es humano" nos remite a esta contradicción de "lo humano". Es humano porque es valeroso, valioso, bueno, bello, porque actúa como debe actuar un hombre, es humana la solidaridad entre los humanos; pero es humano, también se dice para justificar el mal, como si el mal se hubiera convertido en algo normal.
 
Cristo, pues, recupera el proyecto de Dios. Desde el principio la humanidad estaba destinada a encontrarse con Cristo. El pecado provoca un vacío en el hombre pues el hombre abandona a Dios. Y el hombre sin Dios está abandonado a sus propias fuerzas en contradicción porque está hecho para Otro. El hombre solo, dada su limitación, es un peligro. Lo que puede fallar, alguna vez falla: lo que hemos dicho de la historia de la humanidad. El cristiano sabe de sufrimientos en el tiempo presente, pero también sabe que le espera la manifestación de la gloria. Hay sufrimiento porque la creación fue sometida a la caducidad, no de forma espontánea, no de modo natural, no porque no hubiera otro remedio, sino por decisión libre equivocada. Pero "en la esperanza de ser liberada de la esclavitud de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios (Rom 8,21).

Parroquia San Antonio de Padua. Valencia.

sábado, 18 de febrero de 2012

Cine Forum Febrero

 Una Parroquia de Cine : CINE-FORUM  

Un viernes más tenemos otra cita con el séptimo arte, una película francesa que posiblemente todos hayamos visionado al menos una vez, pero que vale la pena disfrutar de nuevo, "Los Chicos del Coro" con un guión emotivo pero que no cae en sentimentalismos, acompañado por una banda sonora magistral. Os esperamos el próximo viernes 24 de febrero a las 21:30h. en los salones parroquiales.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Cena del Hambre

Cena del Hambre

Este viernes 10 de Febrero a las 21:00h estamos invitados en el salón parroquial a participar como cada año en la "Cena del Hambre" con motivo de la Campaña de Manos Unidas que este año hace especial énfasis en el círculo vicioso Pobreza-Enfermedad y que tiene como lema "La Salud: Derecho de Todos: ¡Actua!"